Leer a Moyano siempre es divertido y didáctico. Esta última es la faceta que más pondero en la lectura porque me considero un ansioso aprendiz.
La
novela que nos presenta ahora es un calidoscopio en el que se mezclan de forma delirante las paranoias
de unos sujetos estrambóticos, los mensajes apocalípticos y la aparición de
seres que deberían estar reducidos a la memoria desde hace muchos años.
Viene antecedida esta obra por otras de Moyano (El imperio de Yegorov, La coartada del diablo, La agenda negra, El abismo negro, La hipótesis Saint-Germain, El amigo de Kafka, por citar unas cuantas) en las que nos tenía acostumbrados a una prosa ágil, culta y fácil de seguir que convierte la lectura en un agradable e instructivo pasatiempo, pero la comparación con obras anteriores es ociosa por lo diferente de esta. Quizás lo divertido y atrayente de autores capaces de múltiples registros adentrándose en temas variopintos, es la capacidad de asombro que pueden despertar en el lector cuando se acerca a cada una de sus nuevas obras.
La acción de El mundo acabará en viernes, se desarrolla de forma tan vertiginosa que bien podría tratarse de un guion de los hermanos Cohen y el lector se ve atrapado por la ola de sorpresa que se suceden sin interrupción y lo conducen con avidez y curiosidad hasta el final de la trama en la que se suceden nombres familiares repetidos miles de veces.
Moyano es escritor de pluma ágil que pone en este caso al servicio de una historia compleja que va desarrollando con agilidad para conducir al lector que ha caído en sus garras, dócilmente, hasta el desenlace imprevisto, como sucede en los mejores cuentos.
En El mundo acabara en viernes, encontramos una especie de meta-literatura en el caso de un escritor enfrentado a los avatares de la publicación, un psiquiatra escritor (siempre hay alguna faceta autobiográfica en cualquier escrito) que ve truncado su camino a la fama que tiene próxima, por una serie de acontecimientos de carácter sobrenatural y nivel cósmico que se nos muestran a través de personajes conocidos y cercanos (Bob Dylan, Hemingway, Leonardo da Vinci, Hitler).
El desenlace de toda esta trama que se va presentando de forma caleidoscópica e inconexa al principio, va encajando en un totum revolutum armónico donde se posicionan las piezas que encajan en un puzle por fin completado. Y hasta aquí debo decir, sería poco sensato hacer más referencia a las varias escenas del rompecabezas, rescatadas de tiempos pasados que llegan hasta la actualidad para desvelarnos en las últimas páginas, cual ha de ser el final de ‘los cien mil millones de personas que han existido hasta el momento’ (155), y cúya la figura del ser supremo imaginado hasta ahora bajo distintas formas.
Una novela más que contribuye a la trayectoria de Moyano como solido e imaginativo narrador.
No
se la pierdan.


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