miércoles, 2 de enero de 2019

OJO CLINICO: SABIDURÍA PRÁCTICA (PHRONESIS)



Mariano Sanz Navarro

No suelen aparecer en este blog referencias que invadan campos tan especializados como el de la medicina. Sirva de justificación el hecho de que el estudio de mi amigo Bartolo sobre el Ojo Clínico se acerca más a lo literario y filosófico que a lo puramente médico. Esa circunstancia es la que ha hecho que me atreva a reseñar su magnífico trabajo.

Sócrates inducía a los jóvenes atenienses a desvincular la verdad de cualquier pensamiento previamente establecido, arrastrándoles al insondable abismo de la duda. Siglos después, Descartes emplea la duda metódica como vía para llegar a la verdad indestructible poniendo en duda la primacía de los sentidos. Puede que lo que pensemos no se corresponda con la realidad, cabe la posibilidad de que nuestros sentidos nos estén engañando cuando contemplamos el mundo que nos rodea. De ahí surge la primera certeza absoluta: “yo pienso”, y ese hecho saca a la luz la evidencia de que existimos como seres pensantes: Cogito ergo sum.

En la práctica de la medicina general, como nos dice el Dr. Toledo en la presentación del ponente: “El ojo clínico es humano y tendríamos que remontarnos a 2500-3000 años atrás. Situarnos en la orilla norte del Mare Nostrum, desde la Magna Grecia y Sicilia a la isla de Cos, en la costa jónica de Asia Menor. Cuando la medicina se transformó de empírica y mágica en saber técnico, y Alcmeón de Crotona definió el concepto fisiológico de salud y enfermedad”. (15)
El Dr. García no ha encontrado en su investigación una definición precisa del concepto “ojo clínico”, asimilándolo a los sinónimos más próximos “habilidad para comprender o percibir algo de manera clara e inmediata, sin la intervención de la razón […] limitando el concepto al de diagnóstico clínico en las especialidades de médico de familia e internistas, considerando extremos en esta apreciación a Oncólogos y Psiquiatras”. (31)
A lo largo de su documentado estudio que abarca más de 150 referencia bibliográficas, el Dr. García Pérez nos hace reflexionar sobre la razón no razonable, es decir sobre el inconsciente racional, al que otros llaman “pericia clínica”, caracterizada por “la captación intuitiva y profunda de las situaciones, sin la utilización de reglas, normas ni guías”. (33)
Siguiendo la teoría del Dr. Kahneman, diferencia dos sistemas de pensamiento: el 1, “intuitivo, automático, rápido, asociativo y sin esfuerzo”, del sistema 2 “analítico, reflexivo, lento y con esfuerzo, para hacer un diagnóstico” (53). Ambos sistemas funcionan a velocidad diferente.
El ojo clínico es el paradigma del razonamiento tipo 1 o intuitivo, no reflexivo, que resulta fundamental en la toma de decisiones médicas. Otro asunto es como se adquiere esa cualidad y quienes se encuentran capacitados para ejercerla, ya que en el caso de los clínicos expertos, la habilidad para reconocer un posible diagnóstico acertado es un razonamiento intuitivo, no analítico, fruto además de los conocimientos imprescindibles, de la larga práctica médica.
Más adelante el autor se adentra en un documentado estudio sobre la contribución de la intuición (heurística) en la precisión diagnóstica.
En el caso del ojo clínico, el antiguo dicho cartesiano debe sufrir una inversión. Las emociones son reacciones físicas que se experimentan como sentimientos que surgen antes del razonamiento consciente, y lo influencian. El dicho cartesiano debe mutar en este caso a “Existo, luego pienso” (73), ya que la predicción y la simulación constituyen la manera normal de funcionamiento del cerebro.
Como resumen, añade que “el ojo clínico de los buenos médicos no es otra cosa que saber clínico: Hacer inconscientemente lo que aprendimos conscientemente”.

Otra especializada joya por la que felicitar a la Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región de Murcia, y a su flamante nuevo Académico Correspondiente Dr. D. Bartolomé García Pérez.



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