Mariano Sanz Navarro
No suelen aparecer
en este blog referencias que invadan campos tan especializados como el de la
medicina. Sirva de justificación el hecho de que el estudio de mi amigo Bartolo
sobre el Ojo Clínico se acerca más a lo literario y filosófico que a lo
puramente médico. Esa circunstancia es la que ha hecho que me atreva a reseñar
su magnífico trabajo.
Sócrates inducía a los jóvenes
atenienses a desvincular la verdad de cualquier pensamiento previamente establecido,
arrastrándoles al insondable abismo de la duda. Siglos después, Descartes
emplea la duda metódica como vía para llegar a la verdad indestructible
poniendo en duda la primacía de los sentidos. Puede que lo que pensemos no se
corresponda con la realidad, cabe la posibilidad de que nuestros sentidos nos
estén engañando cuando contemplamos el mundo que nos rodea. De ahí surge la
primera certeza absoluta: “yo pienso”, y ese hecho saca a la luz la evidencia
de que existimos como seres pensantes: Cogito
ergo sum.
En la práctica de la medicina
general, como nos dice el Dr. Toledo en la presentación del ponente: “El ojo
clínico es humano y tendríamos que remontarnos a 2500-3000 años atrás.
Situarnos en la orilla norte del Mare Nostrum, desde la Magna Grecia y Sicilia
a la isla de Cos, en la costa jónica de Asia Menor. Cuando la medicina se transformó
de empírica y mágica en saber técnico, y Alcmeón de Crotona definió el concepto
fisiológico de salud y enfermedad”. (15)
El Dr. García no ha encontrado en
su investigación una definición precisa del concepto “ojo clínico”,
asimilándolo a los sinónimos más próximos “habilidad para comprender o percibir
algo de manera clara e inmediata, sin la intervención de la razón […] limitando
el concepto al de diagnóstico clínico en las especialidades de médico de
familia e internistas, considerando extremos en esta apreciación a Oncólogos y
Psiquiatras”. (31)
A lo largo de su documentado
estudio que abarca más de 150 referencia bibliográficas, el Dr. García Pérez
nos hace reflexionar sobre la razón no razonable, es decir sobre el
inconsciente racional, al que otros llaman “pericia clínica”, caracterizada por
“la captación intuitiva y profunda de las situaciones, sin la utilización de
reglas, normas ni guías”. (33)
Siguiendo la teoría del Dr.
Kahneman, diferencia dos sistemas de pensamiento: el 1, “intuitivo, automático,
rápido, asociativo y sin esfuerzo”, del sistema 2 “analítico, reflexivo, lento
y con esfuerzo, para hacer un diagnóstico” (53). Ambos sistemas funcionan a
velocidad diferente.
El ojo clínico es el paradigma del
razonamiento tipo 1 o intuitivo, no reflexivo, que resulta fundamental en la
toma de decisiones médicas. Otro asunto es como se adquiere esa cualidad y
quienes se encuentran capacitados para ejercerla, ya que en el caso de los
clínicos expertos, la habilidad para reconocer un posible diagnóstico acertado
es un razonamiento intuitivo, no analítico, fruto además de los conocimientos
imprescindibles, de la larga práctica médica.
Más adelante el autor se adentra en
un documentado estudio sobre la contribución de la intuición (heurística) en la
precisión diagnóstica.
En el caso del ojo clínico, el
antiguo dicho cartesiano debe sufrir una inversión. Las emociones son
reacciones físicas que se experimentan como sentimientos que surgen antes del
razonamiento consciente, y lo influencian. El dicho cartesiano debe mutar en
este caso a “Existo, luego pienso”
(73), ya que la predicción y la simulación constituyen la manera normal de
funcionamiento del cerebro.
Como resumen, añade que “el ojo
clínico de los buenos médicos no es otra cosa que saber clínico: Hacer inconscientemente lo que aprendimos
conscientemente”.
Otra especializada joya por la que
felicitar a la Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región de Murcia, y a
su flamante nuevo Académico Correspondiente Dr. D. Bartolomé García Pérez.
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