sábado, 1 de noviembre de 2025

MALDITOS TÁBANOS

José Fernández Belmonte irrumpe en el fecundo panorama literario murciano de la mano de la editorial Tirano Bandera, que no es flaco asidero. Tras sus primeras obras, Vidas ordinarias, Momentos de ida y vuelta, Haciendo cola para soñar, Del Bar Josepepe al cielo, De Samarcanda a la raya y Réquiem por un guerrillero olvidado, nos ofrece ahora estos Malditos tábanos.

Su editor, en el prólogo, se encarga de ponernos en situación: ‘ambientada en los duros años sesenta’ (12), ‘cargada de humor, critica y humanidad’ (13) por ‘uno de los escritores más singulares del panorama literario actual’ (13).

Con estos antecedentes, el lector se avecina a la obra con el ánimo dispuesto. Y no lo defraudarán las andanzas del protagonista Venancio Mulero Cabrales que, a imagen de Rinconete y Cortadillo, El Guzmán de Alfarache o el Lazarillo de Tormes, se ve envuelto en una serie de avatares entre cutre, pintorescos y risibles de los que su ingenio y buena fortuna le harán salir indemne.

Todo comienza cuando ‘el jumento que tiraba del carro de la familia se desbocó fruto del picotazo de un tábano en su cojon derecho’ (15). A partir de ahí esos molestos insectos -aunque imprescindibles, dirían los naturalistas-, van interponiéndose en la vida de Venancio conduciéndolo a disparatadas circunstancias. Como leitmotiv recurrente lo acompañarán a lo largo de la novela.

José Fernández Belmonte ha recogido las valiosas experiencias desde sus primeros años como mozo de bar en el negocio familiar, a los largos periplos por medio mundo como promotor de ventas, y los vierte de forma divertida en este relato histriónico del mozuelo arrastrado desde su lugar castellano a la vorágine de la capital catalana, con giro rocambolesco paterno-filial incluido.

Como en las buenas novelas del Siglo de Oro a las que hacía mención más arriba, hay cierta dosis de crítica social propiciada por la variopinta fauna: mequetrefes, curas venales, putas, alcahuetas, chulos y nigromantes, la representación de ese ‘bajo mundo’ ignorado o marginado por ‘la gente de bien’, cuya existencia traspasa tiempos y sociedades.

La prosa es ágil y cuidada, lo que hace la lectura agradable sin que los tábanos, que hacen su aparición en los momentos álgidos del relato, sean causa de mayor enojo. Como es natural, el desenlace previsible y feliz.

Una obra de agradable lectura, con la que pasar un rato entretenido y plantearse algunos puntos de reflexión.



viernes, 31 de octubre de 2025

64 CASILLAS MURCIANAS

Al parecer, el primer antepasado del ajedrez fue un juego llamado chaturanga practicado en el norte de la India durante el imperio gupta, -hacia el siglo VI-. Su significado es ‘Los cuatro cuerpos del ejecito’: Infantería (peones), Caballería (caballos), Elefantes (Alfiles), carros de guerra (Torres). Se jugaba en un tablero de 8x8 casillas igual que el ajedrez moderno, aunque sin colores alternos. De la india pasó a Persia, donde le llamaron shatranj. Cuando los árabes conquistaron Persia en el S.VII, lo popularizaron en el mundo islámico fijando sus reglas, aperturas y estrategias.

España, que era musulmana desde el S.VIII, contribuyó a su expansión por la Europa feudal, donde se añadieron figuras como la reina, que se convirtió en la pieza más poderosa del tablero.

El juego del ajedrez se fue popularizando partir del año 1283 en que se publica el ‘Libro de los juegos’ del rey Alfonso X el Sabio donde se describen sus reglas y variantes, lo que prueba que el juego ya estaba implantado en España, aunque es probable que de forma prioritaria entre las clases altas.

Y este introito un tanto farragoso nos lleva por fin al juego de ajedrez en Santomera:

Tomas Boj Tovar, en su libro 64 Casillas Murcianas, editado por Tintaviva Ediciones, debuta en el mundo literario con un ímprobo trabajo de investigación sobre la vida y obra del médico y maestro del ajedrez, el murciano José Aguilera Bernabé.

El relato, minucioso y prolijo, requiere tiempo y dedicación para una lectura en la que el lector no se verá defraudado. El autor ha buceado de forma minuciosa en la vida del doctor Aguilera Bernabé, alrededor de la cual traza un interesante recorrido por las circunstancias política y sociales de una época que no conviene olvidar.

Una obra monumental a la que hay que acercarse con una buena dosis de tranquilidad y animo de trabajo, pues no es solamente una ‘novela de ajedrez’ como la de Stefan Zweig, sino que el autor, en un esfuerzo de documentación notable nos proporciona un mosaico que abarca los años de vida del protagonista (1901-1964) donde aparecen acontecimientos que serían definitivos para la conformación de los años sucesivos.

Al mismo tiempo se desmenuzan, con el mismo detalle y precisión, los acontecimientos tanto locales, nacionales e internacionales que rodean la vida del insigne personaje, dejando constancia gráfica de las partidas jugadas en los más importantes torneos en los que el doctor Aguilera participó, desde su primer intento serio de jugar al ajedrez gracias al promotor del juego en Murcia, don Pedro Pinar, quien por el año 1918 había creado el Club Golmayo, primero de los que se constituirían con posterioridad en la región.

Quizás el doctor Aguilera no llegara a destacar de forma extraordinaria entre la pléyade de grandes maestros del ajedrez de la época en que le tocó vivir (el campeón español Manuel Golmayo y su hermano Celso, el campeón del mundo Lasker, el polaco Janowski, José Raúl Capablancoa, Arturo Pomar, etc.), pero lo cierto es que hizo un meritorio esfuerzo en favor del conocimiento y difusión de la práctica del ajedrez y que su nombre llegó a figurar en el año 1935 en el prestigioso ‘Anuario Internacional de Ajedrez’ alemán.

El autor acompaña al doctor Aguilera en su largo y fructífero periplo ajedrecístico desde la Federación murciana de Ajedrez y su Torneo Nacional, la Olimpiada de Ajedrez de La Haya, el Torneo Nacional con motivo de la Exposición Universal de Barcelona, el momento terrible de la guerra civil española (1936-1939), los torneos entre ciudades de la posguerra y sus destinos finales como médico en Lorca y Santomera donde impulsó de forma notable el juego del ajedrez. Por desgracia, sus problemas de salud lo condujeron a una muerte temprana a los 64 años.

64 Casillas Murcianas es una obra monumental que seguro interesará a los amantes del ajedrez, pero también a cualquiera que tenga interés en conocer los avatares del periodo histórico que el libro recorre de forma exhaustivamente documentada.

El pueblo de Santomera y el mundo del ajedrez pueden ofrecerle a Tomás Boj Tovar su más calurosa enhorabuena por el esfuerzo realizado en bien de este noble juego.

  


 

jueves, 23 de octubre de 2025

EL MUNDO ACABARÁ EN VIERNES

Leer a Moyano siempre es divertido y didáctico. Esta última es la faceta que más pondero en la lectura porque me considero un ansioso aprendiz.

La novela que nos presenta ahora es un calidoscopio en el que se mezclan de forma delirante las paranoias de unos sujetos estrambóticos, los mensajes apocalípticos y la aparición de seres que deberían estar reducidos a la memoria desde hace muchos años.

Viene antecedida esta obra por otras de Moyano (El imperio de Yegorov, La coartada del diablo, La agenda negra, El abismo negro, La hipótesis Saint-Germain, El amigo de Kafka, por citar unas cuantas) en las que nos tenía acostumbrados a una prosa ágil, culta y fácil de seguir que convierte la lectura en un agradable e instructivo pasatiempo, pero la comparación con obras anteriores es ociosa por lo diferente de esta. Quizás lo divertido y atrayente de autores capaces de múltiples registros adentrándose en temas variopintos, es la capacidad de asombro que pueden despertar en el lector cuando se acerca a cada una de sus nuevas obras.

La acción de El mundo acabará en viernes, se desarrolla de forma tan vertiginosa que bien podría tratarse de un guión de los hermanos Cohen y el lector se ve atrapado por la ola de sorpresa que se suceden sin interrupción y lo conducen con avidez y curiosidad hasta el final de la trama en la que se suceden nombres familiares repetidos miles de veces.

Moyano es escritor de pluma ágil que pone en este caso al servicio de una historia compleja que va desarrollando con agilidad para conducir al lector que ha caído en sus garras, dócilmente, hasta el desenlace imprevisto, como sucede en los mejores cuentos.

En El mundo acabara en viernes, encontramos una especie de meta-literatura en el caso de un escritor enfrentado a los avatares de la publicación, un psiquiatra escritor (siempre hay alguna faceta autobiográfica en cualquier escrito) que ve truncado su camino a la fama que tiene próxima, por una serie de acontecimientos de carácter sobrenatural y nivel cósmico que se nos muestran a través de personajes conocidos y cercanos (Bob Dylan, Hemingway, Leonardo da Vinci, Hitler).

El desenlace de toda esta trama que se va presentando de forma caleidoscópica e inconexa al principio, va encajando en un totum revolutum armónico donde se posicionan las piezas que encajan en un puzle por fin completado. Y hasta aquí debo decir, sería poco sensato hacer más referencia a las varias escenas del rompecabezas, rescatadas de tiempos pasados que llegan hasta la actualidad para desvelarnos en las últimas páginas, cual ha de ser el final de ‘los cien mil millones de personas que han existido hasta el momento’ (155), y cúya la figura del ser supremo imaginado hasta ahora bajo distintas formas.

Una novela más que contribuye a la trayectoria de Moyano como solido e imaginativo narrador.

No se la pierdan.



martes, 21 de octubre de 2025

EN LOS CONFINES DEL MUNDO

Es un dicho común entre los beduinos del Sahara que no se conoce por completo a una persona hasta que se ha viajado con ella. Yo he viajado con Alejandro en varias ocasiones, algunas en circunstancias difíciles, lo que me ha proporcionado cierta facilidad para acercarme a la persona y más tarde a su obra, que he ido desmenuzando a lo largo de los años; quizás por eso me avecino a ésta con el cariño del camarada y la curiosidad del que también se permite algún escarceo literario.

El libro que nos ofrece ahora -en estupenda edición de ‘La Fea Burguesía’- es la crónica de un viaje –quizás varios- por tierras tan lejanas y desconocidas que resultan sorprendentes, casi mágicas, para el común de los mortales de este lado del mundo.

Allá abajo, en el confín, es una crítica mirada sobre el paisaje que condiciona de forma definitiva la existencia de los seres que lo pueblan y expone con crudeza las dificultades a las que viven sometidos, una sabia mezcla de las crónicas extraídas de las lecturas que va desgranando a lo largo de la obra, constatadas por la experiencia inmediata del experto viajero que se deja empapar por la realidad que lo circunda a cada paso del recorrido. La multitud de referencias que disecciona como cirujano experto van convirtiéndose en su guía dejándonos -como Pulgarcito los guijarros o las migas de pan-, un rastro imborrable para el que tenga la curiosidad de seguirlos.

Lo que haya de crónica extraída de las lecturas y de experiencia directa, es amalgama que queda a la facultad del autor.

La obra se estructura en tres apartados, TIERRA, AGUA y VIENTO que responden a tres realidades geográficas diferentes, aunque próximas, y a tres grupos humanos distintos. Los tres relatos están incardinados por un denominador común: el retrato de la feroz injusticia de unos hombres y estamentos prepotentes y crueles sobre sus semejantes a los que se priva de la condición humana para acabar exterminándolos.

 TIERRA arranca con el impactante ritual propiciatorio de una machi (‘mujer que atesora conocimientos ancestrales, médium de lo intangible y curandera’ (23) que mantendrá atrapada la atención del lector hasta el final de las letras, pues ‘el tema Mapuche nunca ha dejado de estar presente en la historia chilena y en la redefinición de lo Chileno’ (26), como reflejó Alonso de Ercilla, hacia 1557, ‘cobijado en su tienda de campaña en las noches de lluvia, viento y frío, en tensión permanente por la posibilidad de un ataque enemigo y alumbrado por una vela, componiendo su grandioso poema, La araucana’ (28).

La llegada de los conquistadores españoles dará al traste con la vida mapuche a pesar de los intentos infructuosos de los Parlamentos en que ambas partes se esforzaban por tender unos puentes que acabaron desmoronándose. Los españoles hubieron de reconocer su incapacidad de dominar aquella tierra por la violencia, y los mapuches aceptaron con resignación que la presencia española en sus tierras era irreversible. Los misioneros salesianos completaron la faena hasta que en 1881 fue arrasada la resistencia mapuche, ‘se decretó la Araucanía como propiedad fiscal y se procedió a colonizar las tierras’. (53).

En AGUA, el autor se adentra en ‘un laberinto de canales, bahías e islas’ (83) que a decir del capitán James Cook cuando visitó el canal Beagle en 1774, ‘No hay en la naturaleza otro sitio que presente tantas salvajes y horripilantes visiones’. Nos introduce en el ‘mundo de los canoeros’ que ‘construían sus viviendas a partir de una estructura de ramas curvadas recubiertas de pieles, rápida de levantar y desmontar’ (87), en el mundo kaweskar, del País de Ayayema, vecino a los yaganes sobre los que Darwin haría desafortunados comentarios. Nos llevará a conocer a los onas o selknam, ‘gente de a pie’ de la Isla Grande de Tierra de Fuego que se movían en torno al Lago Fagnano y se alimentaban de guanacos, hasta que aquella tierra se convirtió en un atractivo polo ‘para aventureros, desarraigados o soñadores’ (118) lleno de docenas de millones de ovejas. Los últimos selknam fueron cazados por los aventureros europeos como si fueran alimañas.

El ultimo hito en el peregrinar del autor –VIENTO-, es la Patagonia argentina, Puerto San Julián, que guarda memoria desde los tiempos de la expedición de Magallanes de 1520 hasta que se convirtió en el primer productor mundial de carne y lana a principios del S. XX. Allí vivieron los originarios pobladores –aonikenk y teleuches- hasta desaparecer estragados por las enfermedades y el alcohol llevados por el hombre blanco.

Hacia 1920 se había consolidado la ganadería en la Pampa argentina y establecido el sistema de transporte en enormes carros de ocho caballos, hasta el pie de los dos ferrocarriles que llegaban hasta las grandes ciudades. Las terribles condiciones de trabajo de los miles de operarios extranjeros en la Pampa tienen como resultado la huelga masiva de trabajadores rurales de 1920. Las ultima páginas del libro están dedicadas a narrar sus consecuencias y el exterminio de gran parte de los revoltosos.

 Hay muy pocos juicios de valor a lo largo del libro, Alejandro expone antes que opinar, el lector queda emplazado a enfrentarse con esa categoría arrostrando la responsabilidad de su propio juicio. Un trabajo de historiador absolutamente recomendable en el que cada uno podrá extraer sus propias conclusiones sobre las consecuencias de las colonizaciones en general y de las que aquí se trata en particular. En definitiva, del comportamiento de unas sociedades ‘más avanzadas’ sobre otras, y preguntarse dónde reside la razón moral para sustituir a los habitantes de una tierra –después de exterminarlos- por otros que disfrutan de un estatus más poderoso o más avanzado desde el punto de vista de la ‘civilización’.

No se lo pierdan.