miércoles, 15 de septiembre de 2021

MI NOMBRE ES ANA

María José Sevilla (Puerto Lumbreras, Murcia, 1950) debuta como escritora con esta novela. Y debuta por todo lo alto. Trata una historia pequeña, en un lugar pequeño con personajes propios de la época (finales del S. XIX y años posteriores a la Guerra Civil española), con la enorme trascendencia de las historias que componen la Gran Historia. Es un relato descarnado y áspero como corresponde a la catadura de los personajes y a los momentos en que transcurren sus vivencias, pero sin asomo de ira ni rencor, lo que contribuye a que la historia se haga amable de leer, con una redacción impecable y fluida que habla de un mimo exquisito y laborioso a la hora de tratar el manuscrito.

El personaje central de la novela –el Mayorajo- es duro y rechazable, antipático, a veces repugnante, pero creíble. En mi opinión esa –la credibilidad- es una de las mayores virtudes de la obra. En literatura es admisible hasta un texto inverosímil siempre que el lector sea capaz de hacerlo suyo por creíble. En este caso, la historia resulta tan familiar que podría haberle sucedido a cualquiera de nuestros antepasados. El Mayorajo, dueño y señor del gallinero -guapo no era, ni tampoco buen mozo, para que negarlo, pero su vestimenta era impecable. Siempre llevaba sombrero, de fieltro en invierno, de paja en verano, con la visera caída. Igual era para disimular lo del ojo derecho, que bizqueaba continuamente (p.40)- es un desaprensivo buscavidas que triunfa en menesteres delictivos a cuyo alrededor flotan los demás personajes.

Cuenta la historia que, como todas, nunca sabremos cuanto alberga de autobiográfica, una voz femenina, una mujer cuya vida transcurre amedrentada por el esposo que la compra – Cincuenta duros de plata le doy a la que quiera ser mi novia –dijo el Mayorajo-, enseñándoles una bolsa de tela parda, (p.39)-, no por sacarla de la miseria en que previsiblemente transcurrirá el resto de su vida, sino como un objeto más de los que se debe rodearse para alcanzar el puesto que apetece en la sociedad. Ella cumple su papel, organizando la casa, pariendo, criando:

 Parí quince hijos y los extravíos. Al final me quedaron nueve con nombres y apellidos. (64) y acompañando al marido fuera de casa cuando es menester:

Un hombre debe estar casado. Llevar a la mujer da más categoría que presentarse con la querida. (146).

Ahí acaba su función, que relata al cabo de los años ya en un estado próximo al olvido, sin más deseo de venganza que su triunfo final.

La vida de Ana transcurre por esos derroteros de injusticia y humillación, pero no hay un mensaje reivindicativo ni siquiera feminista; los hechos fueron así y así los relata Mª José Sevilla, con la sencillez y la aparente ausencia de esfuerzo propias de los buenos escritores.

La historia transcurre por diferentes escenarios geográficos españoles que arrancan en Puerto Lumbreras, e incluso algunos ultramarinos, lo que proporciona un cierto alejamiento de localismos que pudieran reducirla a un marco constreñido en exceso. A ello se añade una suficiente documentación histórica, tan bien entretejida en la fantasía de la narración que pasa inadvertida, pero que constituye el verdadero armazón que sustenta la obra. Como en toda buena literatura, es de más interés lo que la lectura sugiere, lo que el lector ha de interpretar, que lo que cita de forma expresa el texto.

Puede que el lector amante de la Historia, eche de menos algunas referencias más completas a personajes interesantes de la época que se citan, como Juan March, pero quizás ese es un objetivo secundario que la autora no se ha propuesto; sí opino que sobra el prólogo, academicista y de excelente factura pero por completo prescindible. La obra no lo necesita. Puede que, en aspectos como ese, Alberti estuviera acertado al poner el cartel que dicen que puso.

Por lo que se refiere al libro como objeto (que también tiene su importancia), la joven editorial Raspabook ha hecho un trabajo minucioso como va siendo su costumbre, logrando una edición cuidada y elegante. La fotografía de portada ya es una invitación irresistible para leer la novela.

 SEVILLA, M. JOSÉ, Mi nombre es Ana, Ed. Raspabook, Murcia, 2014

 Mariano Sanz Navarro

 

 

 

viernes, 7 de mayo de 2021

A LA INTEMPERIE

 

Hace tiempo que me corrijo el nocivo afán de los juicios apriorísticos, de los que ya debía haber escarmentado dada la cantidad de resultados negativos que acumulo. Tenía a Charo ubicada como poeta –con cierta razón— a partir de sus libros Palimpsesto Azul, Florida Verba y Los márgenes del tiempo, cuya lectura disfruté en su momento y sigo disfrutando ocasionalmente, que es venero al que acudir de forma periódica. No esperaba que fuera también excelente prosista como este A la intemperie nos revela. Mas perspicaz o más hábil, Santiago Delgado ya sabía de su producción de “literatura de gabinete, universitaria, con vistas a satisfacer, no un currículum, que también, sino otro ímpetu creativo; pero al amparo de la Ciencia Humanística” (13) de esta “profesora, poeta, madre, fotógrafa, viajera, murciana granadina, sinestésica (23), nacida en Sabadell” (13), como nos dirá en el prólogo del libro. Festejemos, pues, “el nacimiento a la prosa de la autora” (15).

Recoge este libro una colección de flases veraniegos publicados en el periódico La Opinión, un florido ramillete en el que la autora va desgranando recuerdos entremezclados con asuntos de actualidad en los que asoman, puede decirse que inevitablemente, las notas se su profunda formación clásica [el Código de Hammurabi (52), Catulo, y Ovidio, permanentes amores (59)], entremezclados con notas cercanas y hasta folclóricas de sus vivencias repartidas entre su tierra catalana y la que ha venido a acogerla en su fecunda madurez literaria, recordando la antigua costumbre de los pueblos del sur de sacar las sillas a la acera con la fresca, después de rociar la calle con un balde de agua cuando aún era de tierra (79).

Dedicará un amplio recorrido por la región: puntas de Calnegre (27), el pino de las águilas, campo de Caxitan en Mula (31), el cuello de la Tinaja de la Raja y de las tres flechas en Cobatillas, su tierra (35) Campos de San Juan (47), las Casas de los Abuelos de generosa acogida gastronómica y vespertina en Benizar (48), el camino de San Juan de la Cruz (133), y tantos otros por los que ha deambulado.

No faltan momentos de acercamiento personal llenos de ternura, tan propios del carácter de la autora, como al referirse a la actriz Margarita Lozano (28) o a la dolorosa realidad del Alzheimer que tiene cercano, porque es terrible pensar cómo la memoria se va desdibujando, como el borrador lo hace con lo escrito en un encerado y, lo que es peor, se disipa el recuerdo y con él la posibilidad de volver a traer al presente desde el corazón lo vivido. (94)

 La entrañable contemplación de la realidad no es óbice para la acertada crítica: el castigado Mar Menor. Confío en que las autoridades pongan de forma urgente, como tantas voces reclaman, los medios precisos para hacer reversible el estado calamitoso en que se encuentra (91)

Es un libro tan amable como la autora, fácil de leer, que deja el regusto familiar del pan recién horneado y el ambiente familiar de la cocina doméstica, con ganas de estrechar a la autora  Incluso cuando no podemos abrazarnos físicamente, como en estos tiempos cuasi apocalípticos que nos está tocando vivir (73). Remite Emilio Castelar en sus "Recuerdos de Italia" -remontandose hasta Cicerón-, al doble objetivo que debe cumplir la lectura: "delectare et docere", plenamente satisfechos en esta obra.

La edición tan cuidada y de buen gusto como nos tiene habituados La Fea Burguesía. No se lo pierdan. 

 Mariano Sanz Navarro


 

 

 

domingo, 2 de mayo de 2021

SANTOMERA EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA

Ha tenido el ayuntamiento de Santmera, mediante la mano eficaz de su concejala de cultura, María Jesús Férez, la feliz idea de editar el magnífico trabajo de Blas Rubio, Cronista Oficial del pueblo, que lleva ese título parafraseando al del escritor García Márquez.

Se trata de un concienzudo trabajo que repasa los luctuosos acontecimientos consecuencia de las sucesivas epidemias que asolaron el pueblo de Santomera desde la epidemia de cólera de 1885 hasta la gripe “española” de 1918, más algunas referencias a la que hoy nos aflige como consecuencia del Coronavirus19.

Pero el estudio es algo más, es un recorrido minucioso y eficiente, de las condiciones en que se inició el poblamiento de Santomera en tiempos modernos (tiempos más antiguos se están investigando con éxito por algunas asociaciones locales). El pueblo creció sobre marjales insalubres desecados con dificultad mediante azarbes, landronas y escorredores. Su población se constituyó por familias de braceros huidas de las hambrunas de tierras en todavía peores circunstancias. Los braceros eran contratados en condiciones de semi esclavitud por propietarios absentistas a los que había beneficiado la ineficaz desamortización de Mendizábal de 1836. Una población pobre, con una mayoría aplastante de jornaleros y arrendatarios, una mínima clase media, unos pocos terratenientes y la mayor parte de los grandes propietarios —los arrendadores— viviendo en Murcia, Orihuela, Madrid u otras ciudades, nos dirá el autor (14).

Blas ha buceado en archivos y bibliotecas de los que ofrece una abundante bibliografía al final de estudio, aportando en muchos casos los testimonios originales para que el lector pueda extraer sus propias conclusiones.

Enriquece el trabajo el estupendo prólogo de Ramón Ballesteros que sirve de panorámica general para situarnos en el entorno histórico del momento que se contempla, la segunda mitad del S.XIX  y los comienzos del siguiente. La subida al trono de Alfonso XII en 1874, tras el Sexenio Revolucionario, la Constitución de 1876 y la época de Cánovas del Castillo concluyendo con la republica de 1931 de tan trágico y oneroso final para la nación.

Se trata de un valioso documento para la historia del pueblo por el que debemos felicitar a autor y prologuista esperando que, tal como se nos promete, abunden en estos estudios trabajos que están abordando un grupo de investigadores de Patrimonio Santomera (15).

Queda la esperanza de que escarmentemos de las experiencias de tiempos pasados, aunque esa perspectiva, a la vista de las circunstancias actuales, se revele demasiado tenue.

Es un libro imprescindible para cualquier santomerano, y aún español, interesado en la pequeña historia de nuestro país que es la que acaba constituyendo la gran Historia. Aliciente de importancia supone el que la generosidad del ayuntamiento lo haya distribuido de forma gratuita en la Feria del Libro. Una hermosa forma de administrar los caudales públicos.

Para las presentes circunstancias de la pandemia que sufrimos, que se podrán estudiar en los tiempos futuros, nos resta esperar que la ciencia venga en auxilio de los presentes y que los abanderados de la necedad y de la inconsciencia se reciclen si no en héroes, al menos en prudentes ciudadanos, nos dejará dicho Ramón como guinda final de su prólogo (12).

Enhorabuena a ambos y al pueblo de Santomera.

 RUBIO GARCÍA, BLAS, Santomera en los tiempos del cólera, Ayuntamiento de Santomera, 2021

Mariano Sanz Navarro   

 


 

jueves, 29 de abril de 2021

UN ESCORPIÓN EN EL BRAZO

 

                                                Marisa López Soria

 Así como la altura de un hombre depende de los libros que le han servido de base, el ADN de los seres humanos está hecho de historias, no de huesos o músculos, sino de historias.

La ficción es el instrumento que nos ha hecho Homo Sapiens; la inventiva es el elemento originario que ha tenido nuestra especie para entender simbólicamente que es la realidad.

La ficción de Mariano Sanz es una gran metáfora sobre la realidad de lo que somos como partículas multiatómicas los seres humanos. La literatura es la historia de la conducta humana que desde que comenzó el lenguaje está intentando explicar nuestra forma de ser.

La ficción se cuenta por medio de personajes. Y los personajes de Mariano son todos complejos o simples, con la singularidad que los convierte en seres nada comunes. No son protagonistas de pocos trazos, están elaborados, no son de una sola pieza, posiblemente porque los vemos arrastrar un pasado, serpentino, difícil o curvo, así que lo interesante es ver cómo nos llevan a su terreno y nos introducen con sencillez en su mundo, hasta hacernos cómplices y participes, hasta tomar un partido inexcusable.

Porque el autor también juega con el tiempo, muchas veces la de un tiempo pasado como elemento fundamental de la narrativa, el que produce los cambios de conducta.

A Mariano se le puede presentar también de forma más convencional diciendo que vive en el campo, que es viajero impenitente, interesante contertulio en su maravilloso retiro, un devorador de libros y amante de su compañera Mari Carmen y de la Historia. A esta última la incorpora abiertamente a su vida literaria hasta llevarnos a las cavernas, a la Grecia de la Ilíada o al mito del incansable Sísifo.

Mariano se nos manifiesta muchas veces crítico, pero sin acritud ni asperezas, más bien conocedor de las cercanías del género humano, las trascendentales y las emocionales.

Sus textos, llenos de contenido filosófico mesurado, echan mano de lo tradicional, Cipriano el cojo, gente humilde con sentires de todos. En sus relatos encontramos lo grotesco, lo irónico, los recelos, la muerte como en La caza, o nos lleva hasta el realismo mágico con Saturnio, los ojos, la mirada y la muerte, o en el relato La piscina donde asoma la ironía más acida y la búsqueda del otro que es uno mismo, o la imaginación, el maltrato, el cine y la ficción…

Y siempre el humos, su humor irónico. Un humor que no utiliza para nada el escarnio o la mofa, pero acude al esperpento en El ojo mágico del zapatero, uno de mis favoritos, más bien para el retintín y el sonsonete, para llamar con sutileza nuestra atención.

Se le podría llamar dadaísta a mariano, pues narra disparates con tanta naturalidad, y esparce el surrealismo y el absurdo con tal llaneza y ligereza (pese al trasfondo metafísico) que no puede dejar de relacionarse con ciertas grandes figuras de esos movimientos. Incluso, y no exagero y voy más allá, con el mejor Cervantes.

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