María José Sevilla (Puerto Lumbreras, Murcia, 1950) debuta como escritora con esta novela. Y debuta por todo lo alto. Trata una historia pequeña, en un lugar pequeño con personajes propios de la época (finales del S. XIX y años posteriores a la Guerra Civil española), con la enorme trascendencia de las historias que componen la Gran Historia. Es un relato descarnado y áspero como corresponde a la catadura de los personajes y a los momentos en que transcurren sus vivencias, pero sin asomo de ira ni rencor, lo que contribuye a que la historia se haga amable de leer, con una redacción impecable y fluida que habla de un mimo exquisito y laborioso a la hora de tratar el manuscrito.
El personaje central de la novela –el Mayorajo- es duro y rechazable, antipático, a veces repugnante, pero creíble. En mi opinión esa –la credibilidad- es una de las mayores virtudes de la obra. En literatura es admisible hasta un texto inverosímil siempre que el lector sea capaz de hacerlo suyo por creíble. En este caso, la historia resulta tan familiar que podría haberle sucedido a cualquiera de nuestros antepasados. El Mayorajo, dueño y señor del gallinero -guapo no era, ni tampoco buen mozo, para que negarlo, pero su vestimenta era impecable. Siempre llevaba sombrero, de fieltro en invierno, de paja en verano, con la visera caída. Igual era para disimular lo del ojo derecho, que bizqueaba continuamente (p.40)- es un desaprensivo buscavidas que triunfa en menesteres delictivos a cuyo alrededor flotan los demás personajes.
Cuenta la historia que, como todas, nunca sabremos cuanto alberga de autobiográfica, una voz femenina, una mujer cuya vida transcurre amedrentada por el esposo que la compra – Cincuenta duros de plata le doy a la que quiera ser mi novia –dijo el Mayorajo-, enseñándoles una bolsa de tela parda, (p.39)-, no por sacarla de la miseria en que previsiblemente transcurrirá el resto de su vida, sino como un objeto más de los que se debe rodearse para alcanzar el puesto que apetece en la sociedad. Ella cumple su papel, organizando la casa, pariendo, criando:
Parí quince hijos y los extravíos. Al final me quedaron nueve con nombres y apellidos. (64) y acompañando al marido fuera de casa cuando es menester:
Un hombre debe estar casado. Llevar a la mujer da más categoría que presentarse con la querida. (146).
Ahí acaba su función, que relata al cabo de los años ya en un estado próximo al olvido, sin más deseo de venganza que su triunfo final.
La vida de Ana transcurre por esos derroteros de injusticia y humillación, pero no hay un mensaje reivindicativo ni siquiera feminista; los hechos fueron así y así los relata Mª José Sevilla, con la sencillez y la aparente ausencia de esfuerzo propias de los buenos escritores.
La historia transcurre por diferentes escenarios geográficos españoles que arrancan en Puerto Lumbreras, e incluso algunos ultramarinos, lo que proporciona un cierto alejamiento de localismos que pudieran reducirla a un marco constreñido en exceso. A ello se añade una suficiente documentación histórica, tan bien entretejida en la fantasía de la narración que pasa inadvertida, pero que constituye el verdadero armazón que sustenta la obra. Como en toda buena literatura, es de más interés lo que la lectura sugiere, lo que el lector ha de interpretar, que lo que cita de forma expresa el texto.
Puede que el lector amante de la Historia, eche de menos algunas referencias más completas a personajes interesantes de la época que se citan, como Juan March, pero quizás ese es un objetivo secundario que la autora no se ha propuesto; sí opino que sobra el prólogo, academicista y de excelente factura pero por completo prescindible. La obra no lo necesita. Puede que, en aspectos como ese, Alberti estuviera acertado al poner el cartel que dicen que puso.
Por lo que se refiere al libro como objeto (que también tiene su importancia), la joven editorial Raspabook ha hecho un trabajo minucioso como va siendo su costumbre, logrando una edición cuidada y elegante. La fotografía de portada ya es una invitación irresistible para leer la novela.
SEVILLA, M. JOSÉ, Mi nombre es Ana, Ed. Raspabook, Murcia, 2014
Mariano Sanz Navarro
Muchas gracias Mariano. Un señor.
ResponderEliminarA sus pies, gentíl desconocida. ¿Sería muy atrevido por mi parte invitarla a tomar el aperitivo un día de estos? ¿Sería muy osado por su parte aceptar mi invitación?
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