SANZ
NAVARRO, MARIANO, Viaje por el Sahara
Occidental, El Badía, Diego Marín, librero-editor, Murcia, 2007
Rubén
Castillo Gallego
Reconoceré, como
arranque, que jamás he sido una persona especialmente informada sobre el mundo
saharahui. Tengo amigos que se mantienen mucho más cerca de ese ámbito (con el
ejemplo conocido y alfaguárico de Luis Leante), que a mí me ha quedado más
lejos. Por eso cuando cayó en mis manos esta obra del escritor e ingeniero
Mariano Sanz Navarro me pareció que podría resultar poco interesante para mí.
Pero me equivocaba; y aquí quiero declararlo. Viaje por el Sáhara Occidental ha
sido finalmente un libro enriquecedor, en el que he descubierto paisajes,
aprendido costumbres, constatado similitudes con nuestro país y apreciado
diferencias culturales, que iban de lo curioso a lo intrigante. Las estupendas
fotografías de Gonzalo Sánchez Álvarez-Castellanos han servido no poco para
completar ese panorama de agrado.
Se nos cuenta en estas
doscientas páginas cómo los citados Mariano Sanz Navarro y Gonzalo Sánchez se
desplazaron hasta el desierto africano en compañía del profesor Alejandro
García y cómo recorrieron un largo viaje para ir conociendo de cerca y en
profundidad los problemas que aquejaban a esa cercana y en buena parte
desconocida zona del globo terráqueo. Iniciaron así su particular Badía (el
viaje continuo y tenaz de los beduinos), que queda aquí bien documentado.
Muchos son los elementos
que integran el volumen: referencias históricas desde el siglo VIII hasta la
actualidad (que nos permiten conocer mejor cómo se ha llegado a construir la
realidad saharahui), notas semánticas para neófitos (nos explica que Gibraltar viene
de Yabal Tarik, la montaña de Tarik), descripción de las pillerías
habituales de los guías turísticos (p.34), aproximaciones lúcidas al fenómeno
del Frente Polisario, algún desagradable incidente en el Instituto Cervantes de
Rabat (p.52), la información de que es costumbre poner a los camellos un
saquito colgante contra el mal de ojo (p.80), etc.
Algunos de los rasgos
verbales de la obra también son muy notables, porque el autor recurre a los
destellos de humor para adobar sus páginas. Así, cuando alude a la necesidad de
ingerir vino “por si las dificultades de engrase” (p.21); cuando maneja ciertas
hipérboles jocosas (al hablar de “dos guantazos capaces de nublarle la vista a
un elefante”, p.52); cuando constata que un halconero saudita con el que se
cruza en la recepción de un hotel “va un poco piripi” (p.106); o cuando, en
fin, no duda a la hora de emplear fórmulas coloquiales para decirnos que una
comida a la que está asistiendo “es de alto copete” (p.133). Por cierto,
aquellos que quieran conocer una interesante opinión sobre el regateo (que se
adentra más en interpretaciones psicológicas que en las económicas) haría muy
bien en consultar la página 146, donde Mariano Sanz Navarro se lo explica con
buen tino y buena prosa.
Únase a todo lo anterior
un caudaloso torrente de datos culinarios, geográficos, arquitectónicos o
funerarios, y tendremos una idea aproximada de las notables maravillas que este
libro incorpora. Buen trabajo para conocer con más detalle a nuestros vecinos
del sur.
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