Francisco Javier Díez de Revenga
Acaba de publicarse un interesante
libro de cuentos de un escritor murciano: Mariano Sanz Navarro (Murcia, 1943).
Se trata de una colección de cuentos de terror que él denomina Cuentos
truculentos (Diego Marín, librero editor), y que hemos de inscribir en la más
pura tradición de la literatura fantástica y de terror, en la que los elementos
de lo sobrenatural, el mundo de las creencias y las supersticiones, el espacio
más negro de la cultura tradicional traspasa los límites de lo posible para
convertirse en algo sorprendente, impactante, desencadenador de las más bajas
pasiones y sentimientos,, provocador en el lector de la duda, del
estremecimiento, de la angustia, de la lucha racional para entender los límites
de lo probable y de lo verosímil, los límites de lo real y de lo creíble.
“Truculento”, según el diccionario
de la Real Academia Española, es aquello “que sobrecoge o asusta por su
morbosidad, exagerada crueldad o dramatismo”.
Una corriente, sin duda también de
origen ancestral, recorre todos los cuentos, y muestra su ascendencia
tradicional. El autor siempre está junto a los más débiles aunque éstos se
sirvan del más abyecto crimen para hacer justicia. Quizás la complacencia ante
situaciones terroríficas esté únicamente justificada porque, a la manera
tradicional, la ética de los cuentos, atacada por constantes infracciones,
busca sólo un fin que justifique esos medios: el triunfo de la justicia más
natural, de la bondad frente a la maldad, del ajusticiamiento del perverso y
del triunfo, aunque con pecado, del más débil. Así, hallamos monjas suicidas,
escolares asesinos, amantes vengativos, dementes víctimas de su propia locura,
avaros escarmentados, supersticiosos compulsivos, lujuriosos en ridículo…
Hay autenticas joyas en la
colección. He aquí algunos ejemplos. Por su final positivo, ya que la
conclusión podría ser cualquier otra, citaré “El vuelo”, uno de los relatos más
completos de todo el volumen, y que, excepcionalmente, es un relato urbano,
costumbrista y cotidianista; y un relato de un personaje corriente en un
ambiente corriente, que al contrario de lo que ocurre en otros cuentos de la serie,
no llega a tomar la decisión final compulsiva y horrible, que toma, casi por
obligación e inevitablemente, en el resto de de los cuentos de la colección.
Otra de narraciones más logradas es la titulada “El premio”, que adopta la
estructura narrativa y de contenido del “metacuento”, ya que el protagonista es
exactamente un autor de cuentos que se presenta a un premio y lo gana con un
relato que, curiosamente, forma parte de la colección de Mariano Sanz. Se
produce entonces lo que estructuralmente denominamos un juego de espejos, como
en “Las Meninas” de Velázquez, de manera que nos confundimos con las
perspectivas y no sabemos muy bien quién es quién, y es que ese es el engaño
virtual del relato, que habla de un autor de cuentos que gana un premio con otro
relato. También en este cuento, el final rompe con el sistema narrativo y
desencadena el clímax de horrores.
Hay que hacer referencia a algunos
formales que dan a la colección signo de identidad. Mariano Sanz navarro logra
en esta colección forjar un estilo propio, para lo cual se sirve de un lenguaje
muy unitario y compacto, conseguido con una gran riqueza expresiva basada en la
presencia de giros populares y coloquiales muy hábilmente suministrados. El
narrador omnisciente se suele valer de amplios recursos lingüísticos y muy variados
para llamar la atención del lector sobre aspectos puntuales, especialmente en
los pasajes más dramáticos y más escabrosos, en los más duros momentos. Sin
duda alguna, la riqueza estilística de la colección, desde el punto de vista
lingüístico, es una de las mejores aportaciones del libro, dada la variedad de
registros, la verosimilitud de los giros empleados y la soltura y amenidad que
se prodigan a lo largo de todos los relatos.
SANZ NAVARRO, MARIANO, Cuentos truculentos, Diego Marín, librero editor, S.L., Murcia, 2001
SANZ NAVARRO, MARIANO, Cuentos truculentos, Diego Marín, librero editor, S.L., Murcia, 2001
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