martes, 15 de marzo de 2016

UNA CRÓNICA PARTICULAR DE MARIANO SANZ

  Javier Diez de Revenga

SANZ NAVARRO, MARIANO, Desde el Asilo, IJK, Editores, Murcia, 2000

Mariano Sanz Navarro publica en la editorial IJK. de Murcia, un libro extraño. Se titula “Desde el Asilo”. Una bella estampa de la cubierta representando una casa de finca rural (debida a una acuarela de Tomás Diez de Revenga), nos avisa de que “El Asilo” es una quinta campestre en la que el autor vive retirado. Se compone el libro de numerosos textos en forma de pequeños ensayos, relatos breves, cuentos o estampas de difícil precisión genérica. Se trata, por así decirlo, de una especie de “crónica particular”, porque la mayor parte de los textos son recuerdos y memorias de personas, lugares y tiempos que el escritor ha querido mostrar a sus lectores y a sus amigos. “Desde el Asilo” es, pues, un envío de textos diversos, escritos desde la serena tranquilidad del escritor, retirado en su quinta, apartado del mundanal ruido y atento a los recuerdos gratos algunos, irónicos o jocosos otros, llenos de buen humor estos, emocionantes los más.
Al lector de este libro de Mariano Sanz Navarro que se estrena como escritor impreso a los cincuenta y muchos años, le caben varias opciones para disfrutar de la lectura de un libro así. O no sabe nada del autor y se decide a gozar de unos textos muy variados en cuanto a su contextura genérica, o conoce al autor, como habitante de la ciudad de Murcia, y disfruta aún más pensando que en tal o cual personaje conocido, tal o cual anécdota ligeramente familiar, tal o cual paisaje o entorno rural o urbano vuelve a nuestra memoria como vivido en unos años comunes a toda una generación de muchachos de la segunda posguerra que vivieron una Murcia ya desaparecida.
El lector, por lo menos este lector que se convierte en critico de un libro de una persona conocida de toda la vida, se ha planteado muchas veces qué impulsa a alguien a decidirse a escribir sus recuerdos ¿Qué ejercicio de catarsis supone poner por escrito aquellas vivencias que uno lleva dentro toda una vida y decide hacerlas aflorar? ¿Qué importancia tiene hacer funcionar la memoria para crear un género literario y revitalizarlo como expresión de un mundo lleno de vida y de vidas?
La escritura memorística ha sido ricamente desarrollada a lo largo de nuestro siglo. Pensemos en Azorín, en Miró, en Francisco Ayala, pensemos en Aleixandre, en Gerardo Diego, en Cernuda, que crearon la prosa de la memoria en la España contemporánea, y advertiremos la verdad de esta escritura tan personal y tan lírica.
Porque el rasgo más sobresaliente de estos textos de Mariano Sanz (además de su impecable pureza estilística y de su castiza expresión) es su carácter subjetivo, que se traduce en un tono lírico auténticamente conseguido. Observemos algunos ensayos, y muy especialmente el último, titulado “El Hombre”, que es un relato lírico de una pieza, sólido y emotivo desde la primera palabra hasta la última. Notaremos, en este como en otros, que una escritura que sale del corazón, que deja sentir en cada una de las palabras la subjetividad del autor, además de ser una escritura lírica, revierte con toda su fuerza en el lector que se siente atrapado por las palabras de uno y otro articulo de los que este libro extraordinario componen. Mariano Sanz es un escritor de raza que ha comparecido ahora, como por entretenimiento, ante sus lectores, y que quizás ha ocultado durante años cualidades que hoy llaman la atención por su validez, por su atractivo y sobre todo porque nos convencen.
Cuando dejamos el libro “Desde el Asilo” sobre la mesa tras su lectura, tan amena, tan entretenida (en el sentido más clásico y castizo del termino), algo queda vibrando en nuestra capacidad de sentir, y es que hemos compartido con el autor muchos momentos, felices unos, difíciles otros, y nos hemos interesado por experimentar sensaciones que hemos hecho nuestras. Ocurre lo mismo que cuando leemos un buen libro de poemas. Su capacidad de atraparnos es lo que más nos interesa y lo que colma nuestra atracción. Porque lo que hemos leído en estas paginas no es sino vida, vida sentida a través de fragmentos, de impresiones, de retazos; vida en definitiva que interesa y capta al lector y lo hace cómplice de un mundo irremediablemente ido. Porque no son flojos el sentido elegiaco y el componente nostálgico que este libro ofrece a su lector. Quizás sean, estos últimos, los máximos responsables de su poder de atracción.


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