Mariano Sanz Navarro
GARCÍA MONTALVO, PEDRO, La primavera en viaje hacia el invierno, Ed. Regional de Murcia, 1981
GARCÍA MONTALVO, PEDRO, La primavera en viaje hacia el invierno, Ed. Regional de Murcia, 1981
Expurgando la discreta biblioteca
que poseo, me viene a las manos este delicioso librito que me renueva el cariño
por sus letras y por su autor.
A mi juicio, Pedro
García Montalvo (Murcia, 1951) es un escritor menos conocido en nuestras
latitudes de lo que sería justo. Estimo particularmente sus libros de cuentos,
quizás por ser ese un género que también cultivo, salvando las
evidentes distancias.
Su obra es
dilatada: El intermediario, Editorial Seix Barral. Barcelona. 1983;
Una historia madrileña. Editorial
Seix Barral, Barcelona, 1988; Las luces
del día, Editorial Pre-Textos, Valencia, 1997; Retrato de dos hermanas, Ediciones Destino, Barcelona, 2004; El relámpago inmóvil, Ediciones Destino,
Barcelona, 2009; Los amores y las vidas,
Editora Regional de Murcia, l983.
Varias de ellas han recibido diversos premios y galardones, incluso se
han llevado al cine; aunque en los últimos tiempos el autor guarde un prudente
silencio, anticipo quizás de nuevas sorpresas que esperamos con avidez.
Componen el libro del que tratamos aquí
-La primavera en viaje hacia el invierno-
una colección de seis relatos con un prefacio donde se adelanta una futura realidad literaria que supone acercar al lector al ciclo completo
como la naturaleza acerca al viajero a una ciudad por primera vez visitada. Quedémonos,
por ahora, en esta primera piedra, ya de por sí atractiva.
García Montalvo utiliza una prosa
dulce y poética, rebosante de buena literatura, de factura perfecta,
ligeramente barroca que soslaya con habilidad el fárrago peligroso de la
pedantería.
El “íncipit” de su primer relato –
DIVERTIMENTO-, dice mucho de lo que hemos de encontrar en las páginas que
siguen: El alegre bullicio parecía
connatural a aquel paraje del río. Difícil sería volver a imaginar el boscoso
remanso sin aquella algarabía feliz que inundaba sus márgenes. (P.13).
A partir de aquí, viene la historia
de una apacible jornada que dos adineradas
feligresas de la diócesis – Dª Asunción y Dª Cava-, proporcionan a los
niños pobres de las escuelas y a los maestros imprescindibles para su guarda.
Entre ellos, don Toribio Casasimarro, cuyo
bigotillo académico contribuía a precisar su efigie, y salía fiador de sus
buenas costumbres. (P.15). El relato
va desgranando, en una prosa intimista y delicada, las aventuras de la jornada,
perfilando con minuciosidad los personajes hasta hacerlos tan cercanos que nos parecen
salidos de nuestra propia juventud. Don Toribio acabará conquistando, en una
aventura disparatada a la que se ve abocado a su pesar, a su amada, inaccesible
hasta aquel momento glorioso. Una aventura fluvial que recuerda el desatino de
don Quijote en un barquichuelo al que las aguas amenazan conducir hasta las fauces
de un molino harinero.
Es libro para leer de forma pausada,
pues no ha de surgir el interés de la acción, que se remansa lentamente, sino
de la propia lectura que se muestra deleitosa, por más que el desarrollo de las
escenas nos vaya conduciendo, suavemente, hasta el desenlace que resulta, como
se intuía, bonancible; epifánico, dirían los que analizan con mirada más docta estos
asuntos. Ahora sí, ahora, por vez
primera, don Toribio podía concebir esperanzas…(p.24)., porque Nuestras vida
parece surgir sobre la tierra como por una chanza genial a la que nos es
imposible sustraernos, pero sobre cuya tenue gratitud veremos alzarse la forma
de la nobleza, la dignidad y el genio (p. 25).
Más adelante sabremos, en otra
historia -UN MONÓLOGO-, que la mente ociosa puede reservarnos sorpresas
truculentas, imágenes nunca deseadas como la del viajero que experimentó sin asombro la delectación de
quien maquina un mal para su enemigo sabiendo que no llegará a cumplirse, y
gozando así del resultado sin exponerse a remordimiento, gustando sin esfuerzo
ese gozo imaginado y parcial. (p.52). El señor Berenguer llegará a su
destino, a salvo ya de sus ardorosas meditaciones durante el recorrido
inacabable en un tren inhóspito, observando que un vagabundo dormía en un banco, bajo el goteante porche, y uno de los
empleados atravesaba entre los grupos, ensimismado, balanceando en la mano una
potente linterna. (p.62)
A qué seguir desgranando lo que se
dice en los siguientes cuentos. Baste decir que todos se desarrollan a tenor parecido
y que recomiendo su agradable lectura al que sienta deseos de relajarse, en una
tarde amena, con una lectura culta y delicada, poco frecuente en nuestros días.
El libro fue editado en su día por
La Editora Regional de Murcia, obteniendo Mención de Honor en el premio “Ciudad
de Alcalá de Henares” de narrativa en el año 1980. Hay varias ediciones
posteriores. La que poseo, dedicada por el autor, es una pequeña joya (por su
tamaño), que no debería faltar en ninguna biblioteca de nuestra región ni de
cualquier otra. Si de algo adolece –a mi forma de ver-, es de una letra menuda
y abigarrada de la que pueden dolerse algunos lectores que, como yo, han
cumplido años suficientes.
Grande García Montalvo y grande tu crónica.
ResponderEliminarLos escritores de éxito semos asín.
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