Recoge este libro una colección de flases veraniegos publicados en el periódico La Opinión, un florido ramillete en el que la autora va desgranando recuerdos entremezclados con asuntos de actualidad en los que asoman, puede decirse que inevitablemente, las notas se su profunda formación clásica [el Código de Hammurabi (52), Catulo, y Ovidio, permanentes amores (59)], entremezclados con notas cercanas y hasta folclóricas de sus vivencias repartidas entre su tierra catalana y la que ha venido a acogerla en su fecunda madurez literaria, recordando la antigua costumbre de los pueblos del sur de sacar las sillas a la acera con la fresca, después de rociar la calle con un balde de agua cuando aún era de tierra (79).
Dedicará un amplio recorrido por la región: puntas de Calnegre (27), el pino de las águilas, campo de Caxitan en Mula (31), el cuello de la Tinaja de la Raja y de las tres flechas en Cobatillas, su tierra (35) Campos de San Juan (47), las Casas de los Abuelos de generosa acogida gastronómica y vespertina en Benizar (48), el camino de San Juan de la Cruz (133), y tantos otros por los que ha deambulado.
No faltan momentos de acercamiento personal llenos de ternura, tan propios del carácter de la autora, como al referirse a la actriz Margarita Lozano (28) o a la dolorosa realidad del Alzheimer que tiene cercano, porque es terrible pensar cómo la memoria se va desdibujando, como el borrador lo hace con lo escrito en un encerado y, lo que es peor, se disipa el recuerdo y con él la posibilidad de volver a traer al presente desde el corazón lo vivido. (94)
La entrañable contemplación de la realidad no es óbice para la acertada crítica: el castigado Mar Menor. Confío en que las autoridades pongan de forma urgente, como tantas voces reclaman, los medios precisos para hacer reversible el estado calamitoso en que se encuentra (91)
Es un libro tan amable como la autora, fácil de leer, que
deja el regusto familiar del pan recién horneado y el ambiente familiar de la
cocina doméstica, con ganas de estrechar a la autora Incluso
cuando no podemos abrazarnos físicamente, como en estos tiempos cuasi
apocalípticos que nos está tocando vivir (73). Remite Emilio Castelar en sus "Recuerdos de Italia" -remontandose hasta Cicerón-, al doble objetivo que debe cumplir la lectura: "delectare et docere", plenamente satisfechos en esta obra.
La edición tan cuidada y de buen gusto como nos tiene habituados La Fea Burguesía. No se lo pierdan.
Mariano Sanz Navarro