EL COMISARIO SOTO
Francisco Javier Díez de
Revenga
La
editorial murciana Raspabook acaba de publicar la novela de Mariano Sanz
Navarro (Murcia, 1943) El comisario Soto,
la primera de las suyas, aunque con anterioridad había dado a conocer volúmenes
con relatos breves y, sobre todo, excelentes libros de viajes. Aunque la novela
viene anunciada como una «novela negra» es muy cierto que no responde este
extenso relato a los cánones estrictos del género, aunque hay que advertir que
algunos de los numerosos episodios narrados podrían integrarse plenamente como
fragmentos de tal subgénero narrativo. Porque lo cierto es que en esta narración, como es ya habitual en muchos
novelistas actuales, confluyen diferentes especies literarias, desde el relato
costumbrista al melodrama, desde la intriga policíaca al relato testimonial,
desde la narrativa social a la sátira política, desde la ficción psicológica a
la parábola moral o a la memoria personal … En definitiva, que son muchos los
elementos que integran este sin duda complejo relato, múltiple y variado, sin
que suponga en ningún momento, tal conjunción genérica demérito alguno en la
calidad de la obra, en su amenidad y en su atractivo para el lector.
A
la complejidad del relato contribuyen algunos elementos que merecen ser
destacados, como son la figura del propio protagonista y la misma estructura de
la novela, aspectos de carácter argumental y organizativo, de contenido y de
forma, que revelan que no estamos ante una novela habitual o al uso. Tengamos
en cuenta que la figura principal, el protagonista, el que da título al libro,
es un comisario de policía que a lo largo de la novela apenas ejerce como tal
comisario, porque su dedicación profesional, de las dos que posee en el más
genuino pluriempleo de la época en la que la ficción se ambienta, la Posguerra
en España, era habitual en muchos ciudadanos. En el caso del comisario Soto
había obtenido por oposición dos plazas: la de comisario y la de corredor de
comercio. Y en la novela, la mayor parte del tiempo, lo veremos ejerciendo
de corredor de comercio. El lector que
espere, con ese título, hallarse ante un relato policiaco que desista en su
intento porque no va a encontrar tal
especie en la novela que nos ocupa.
Desde
el punto de vista estructural sorprende la distribución de los materiales
narrativos, ya que organiza el volumen
en cuatro capítulos que llevarán por título el nombre del protagonista y el de
otros personajes. Todo esto acentúa la ya mencionada complejidad del relato,
porque cada capítulo no responde a un relato monográfico de todo lo referente a
la criatura o criaturas mencionadas en el titular, sino que el relato principal
sigue su camino y su desarrollo.
No
se trata desde luego de un reproche sino de advertir una decisión original que
otorga a la materia narrada una amenidad complementaria. Hay que anotar
también, en el terreno de la memoria personal que esta obra contiene, los
ambientes recuperados: la Barcelona de la Posguerra, en gran medida, y en una
pequeña parte también la Murcia de aquellos años, aunque este telón de fondo es
más diluido y prudente. El carácter de relato costumbrista es el que permite al
autor recuperar espacios y tiempos vividos personalmente, lo que le suministra
además un evidente tono de memoria personal que todo el relato prodiga.
Los
secretos resortes de la narrativa más compleja hacen que el autor se diluya y
desparezca, y que sean los personajes los que logren autonomías que desdibujen
el carácter autobiográfico que les dio origen. En este sentido Mariano Sanz
logra dominar con rigor tales instrumentos y consigue, en definitiva, un contexto descriptivo ficticio, aunque basado
en la realidad… Quizá en ese complejo mosaico lo que resulte más conseguido y
brillante sea la comparecencia de variados personajes secundarios, peregrinos y
curiosos, como, por ejemplo, un coleccionista de oxímoros, que proceda o no de
la realidad, es un divertido y sorprendente hallazgo. Y criaturas como ésta hay
en el relato varias con riqueza literaria, que, en todo caso, comparten tanto el
comisario Soto como su esposa Mercedes e incluso el delincuente redimido
Lagartija, que tendrán en el relato un papel primordial.
Con
un caudal de sabiduría literaria bien pertrechado, y sobre todo con gran
eficacia descriptiva, ya puesta de manifiesto en anteriores empresas, Mariano
Sanz Navarro logra un relato interesante, nutrido de elementos complementarios
(el papel del cine y de la música en la configuración de espacios y personajes
es fundamental), que enriquecen definitivamente una novela amena, sorprendentemente
poblada de muchas inciertas certidumbres (oxímoron en definitiva) que la dotan
de estimable atractivo literario.