lunes, 30 de octubre de 2017

RUBÉN CASTILLO Y "VAMPIROS"

La mayor parte de los críticos literarios aplauden con fervor los volúmenes de relatos donde domina una cierta homogeneidad temática o estilística. Y entre los ditirambos que les dedican suele ocupar un lugar preponderante su condición de obras compactas u “orgánicas”. En mi caso sucede, he de reconocer, lo contrario. Una de las virtudes que más valoro en un libro de cuentos es, precisamente, lo variado de su carácter. Es decir, la capacidad que muestre el autor para concebir, edificar y llenar de brillo argumentos que resulten muy diferentes entre sí, porque me parece que tal despliegue evidencia su esfuerzo, su voluntad de mostrarse creativo en diversos ámbitos (y no sólo en su zona cómoda).
En ese sentido, Vampiros y otros relatos, de Mariano Sanz constituye un ejemplo modélico del tipo de obras que me gustan. Al principio, el lector puede formarse una idea equivocada del tomo, porque los primeros textos lo introducen de lleno en la temática vampírica; pero pronto descubre que hay muchas más cosas entre las páginas excelentes de esta obra: homenajes literarios a Enrique Vila-Matas y Jorge Luis Borges (“La desaparición del doctor Pasavento”); relatos de aparente crueldad que se resuelven en clave humorística (“Leo”); emotivas historias de perros adoptados (“Broc”); narraciones de gran fuerza, en las que los diferentes protagonistas arrastran sus propias historias íntimas, dominadas por el sexo, la ambición o el odio (“Una historia de playa”); inesperadas aventuras galantes (“Don Gerías”); entusiastas de la obra cervantina que demuestran su fervor de la manera más inesperada (“El Quijote tatuado”); hermosas reflexiones sobre la dignidad humana y las conexiones entre vida y literatura (“El médano del loro”); y, en fin, maravillosos apuntes costumbristas donde, con formato de viñeta, se nos ponen ante los ojos las vidas de los esquiladores, los viejos vehículos tirados con tracción animal, las barberías de antaño o el mercado que se situaba junto al puente de los Peligros.

Dotado de una gran elegancia y de una gran fluidez a la hora de contar, Mariano Sanz Navarro consigue en las ciento sesenta páginas de este libro provocar nuestra curiosidad, nuestro miedo, nuestra ternura, nuestra sonrisa y nuestro asombro. Pero, por encima de cualquier otra emoción, consigue nuestro aplauso como lectores. Es, siempre, el mejor de los triunfos.




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